Cada día nos desayunamos con alguna tragedia “natural”, que ha sucedido en algún lugar del planeta, que nos resulta tan remoto y lejano que parece que más que una distancia espacial, lo sea temporal. Nos inmunizamos al ver este tipo de imágenes, las adaptamos a nuestra vida, convivimos con ellas y las hacemos tan nuestras que nos parece de lo más normal.
Hoy en día somos una especie de virus que ataca sin piedad a las mismas entrañas de ese cuerpo que nos acoge, la tierra. No siendo conscientes que sus propias defensas son un grandioso enemigo capaz de eliminarnos de un plumazo sin tener piedad de nosotros, como nuestro cuerpo lo hace con cualquier bacteria, virus o cuerpo extraño que intente invadirnos.
La falta de un gran pacto de cada uno de nosotros con la naturaleza hace que todos días, la existencia sea menos llevadera, que tengamos que soportar la carga de los que un día decidieron seguir un camino sin contar con los que veníamos detrás. Nos dejaron una herencia difícil de enderezar, sobre todo si la voluntad es inexistente y la conciencia está tan tranquila que no somos capaces de mover un dedo por nuestro futuro.
Queden estas imágenes presentes en nuestra memoria para el recuerdo y así no añadir más ingratitudes a nuestra existencia.
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